Bajando la ventanilla del coche, Long Yuning miraba a través de la ventana absorta, dejando que el frío viento nocturno golpeara su rostro. Era como si solo de esta forma pudiera sentir que todavía estaba viva.
Al pasar por la Mansión Xie, Long Yuning miraba con infatuación y desesperación. Solo retiró la mirada cuando el coche dio una vuelta en la esquina. Ella tenía muy claro que a partir de esta noche, ya no tendría derecho a entrar en la entrada de la Mansión Xie.
—Feng Qing, ¿crees que has ganado? No, el juego acaba de comenzar. De todos modos, ya he muerto una vez, así que no tengo miedo de morir otra vez. Además, si no puedo casarme con el Noveno Maestro, vivir no tiene sentido... —pensaba Long Yuning para sí misma.
Ella no creía que con su talento y belleza no pudiera lidiar con Feng Qing, esa pobre campesina.
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