—...alégrame. —dijo Alan.
Rara vez decía ese tipo de palabras y, por mucho que intentara ser natural, salieron de sus labios de una manera bastante rígida y hasta sonaron un poco tímidas.
Samantha casi se ahoga con su saliva.
Nunca esperó que una persona tan gentil y modesta como Alan pudiera decir algo así...
Después de todo, Alan frecuentemente mantenía una imagen seria y digna frente a ella y nunca había dicho nada coqueteo o provocativo.
No estaba acostumbrada a este cambio repentino y se sintió... muy incómoda.
Sin embargo, su relación con Alan era más que solo amigos. Ella había prometido aceptarlo cuando regresara a Emsteldt.
Eso significaría que los dos estaban entrando en el territorio del cortejo.
En ese caso, era natural que Alan dijera tales cosas.
Samantha era la que no… se adaptaba y avanzaba en la situación tanto como Alan.