Samantha volvió a su habitación y sacó un pequeño tubo de plástico del tamaño de un pulgar de la mochila que había traído. Lo sostuvo firmemente en la palma de su mano.
Una enfermera empujó un carrito de comida hasta su puerta y tocó.—Vengo a traerte el almuerzo, señorita Larsson.
—Está bien, no necesitas entrar. Saldré yo misma a buscarlo —respondió Samantha.
Después se dirigió hacia la puerta y miró el carrito. Cada bandeja estaba etiquetada con un número de habitación porque era necesario preparar una comida específica de acuerdo con la condición del paciente.
Renee estaba en la habitación 502 y había dos raciones de comida preparadas para esa habitación. Una era una comida nutricional especial para Renee, mientras que la otra era una comida regular para el guardaespaldas.
La enfermera tomó el almuerzo de Samantha y se lo entregó.—Esto es suyo, señorita Larsson.
—Gracias.