Samantha tomó un sorbo de té para deshacerse de su náusea antes de levantarse para irse.
Miró hacia el cielo azul cuando salió del restaurante. El sol brillaba intensamente, pero ella no podía sentir ningún calor en su corazón.
Náuseas, ira y agravio... Todo tipo de emociones se revolvían en su cuerpo y fluían hacia sus extremidades.
Ella sabía que esas emociones no hacían nada por ayudarla a resolver el asunto, pero las emociones eran las emociones. Después de todo, ella no era un robot, y le era imposible permanecer calmada e indiferente ante un trato tan injusto.
En ese momento, quería encontrar a alguien con quien hablar.
Samantha no pudo evitar sacar su teléfono celular y marcar el número de Timothy.
Sonó durante mucho tiempo y solo fue contestado cuando el tono de llamada estaba a punto de terminar. Una voz familiar sonó:
—Hola.
Samantha tenía tantas cosas que quería contarle, pero las tragó después de escuchar la voz baja y algo cansada del hombre.