—Puedes decirme cualquier cosa, Dr. Sherwood —dejó la taza y se sentó derecha mientras lo miraba y decía Samantha.
—Tú...
Todo lo que él deseaba decirle parecía atascarse en cuanto ella hablaba.
Alan apretó los labios con fuerza y permaneció en silencio.
Su intención era al menos confesarle sus sentimientos y no tener remordimientos cuando se fuera.
Sin embargo, le preocupaba cargar a Samantha si hablaba solo para no tener arrepentimientos.
Era agotador seguir guardando sentimientos que nunca podrían ser correspondidos.
Esa también era una razón por la que la gente prefería guardarse sus sentimientos en lugar de expresarlos: temían la posibilidad de que ni siquiera pudieran seguir siendo amigos.
Alan tenía una mirada conflictiva en sus ojos y todavía no podía hacerse decir nada.