Todos ansiaban ser amados y Samantha no era diferente.
No estaba pidiendo el amor de mil personas. Todo lo que quería era que al menos una persona estuviera a su lado y luchara contra los males del mundo.
No pudo evitar estirar su mano y devolver el abrazo de la Anciana Señora Barker con firmeza.
—¡Sob! ¡Yo también quiero un abrazo! —Tía Julia también se adelantó, abrió sus brazos y abrazó a las dos mujeres.
Las tres parecían bastante infantiles pero sus actos eran tan reconfortantes y cálidos.
Timothy dirigió inadvertidamente su mirada al rostro de Samantha, observando cómo las lágrimas se deslizaban desde la esquina de sus ojos y caían por sus mejillas.
Levantó su mano inconscientemente.
Para cuando se dio cuenta de lo que hizo, sus dedos ya habían tocado los ojos de Samantha y le limpiaron las lágrimas.
Samantha estaba atónita y Timothy también.