—¿Samantha, eres tú? —llamó mientras se acercaba caminando.
Samantha no tuvo más remedio que detenerse. La miró y habló con un tono indiferente:
—¿Hay algún problema?
—No esperaba verte aquí. ¿Qué pasó? ¿Te sientes mal? —Sheena preguntó con un toque de preocupación, como si fueran amigas íntimas.
Samantha frunció el ceño ligeramente. Sheena era una persona ambiciosa y maliciosamente astuta. Sus medios para lograr sus objetivos eran ruines y despreciables, y nunca podía aceptar una opinión que estuviera en contra de la suya. Samantha no quería tener ninguna interacción innecesaria con ella.
—Estoy bien —Samantha dijo educadamente y con distancia—. Me iré si no hay nada más.
—Oye —Sheena se adelantó y bloqueó su camino—. No tienes que ponerte a la defensiva conmigo, Samantha. No tengo intención de hacerte nada. Solo... quiero decir gracias. Para ser honesta, solo estoy donde estoy hoy gracias a ti. Si no hubieras retirado la acusación, todavía estaría en la cárcel ahora.