Jiang Li no escuchó el grito de dolor del hombre. En cambio, escuchó el grito de sorpresa de una mujer —¡Yusheng! ¡Mi precioso hijo!
Jiang Li miró a Fu Jiuxiao y caminó hacia él.
Fu Jiuxiao observó la expresión tranquila de Jiang Li. Si no fuera porque el cabello de Jiang Li estaba un poco despeinado, no hubiera podido relacionar a Jiang Li con la manera en que lo golpeó.
Al ver esto, Fu Yusheng soportó el dolor y se quejó a Fu Jiuxiao —Tío, ¿vas a permitir que una furia sea mi pequeña tía? No hice nada recién, pero ella me golpeó.
Fu Jiuxiao conocía muy bien cómo era Fu Yusheng. Fu Yusheng definitivamente se pegaría a una belleza cada vez que viera una.
El Viejo Maestro Fu también sabía esto. No quería decir nada porque se sentía avergonzado.
Jiang Li vio que Fu Yusheng no quería admitirlo, así que quiso refutarle de inmediato. Sin embargo, en ese momento, Fu Jiuxiao sostuvo la mano de Jiang Li.
