Nunca habían esperado que la dependienta tratara a estas dos personas con tanto respeto.
La cara de Jiang Li estaba fría.
—Lamento decirlo, pero no son bienvenidos aquí. ¡Por favor, márchense!
—¿Por qué?
La joven tenía una expresión autoritaria en su rostro. Odiaba a personas como Jiang Li que parecían pretenciosas.
—¿Esta tienda es de tu propiedad? ¿Crees que nos iremos solo porque lo dices?
Jiang Li encontró muy divertida esta frase y no pudo evitar burlarse.
—Lo he dicho, por favor salgan. ¡No me hagan repetirlo!
Jiang Li no quería que los forasteros supieran que Qiu Huang fue fundada por ella, y tampoco quería revelar su identidad a estos tres por eso. No eran dignos.
Sin embargo, la joven sentía que Jiang Li estaba actuando. Ella no tenía la capacidad de hacerlos salir.
—¿No has oído el dicho de que los clientes son dioses? Como somos clientes, ¡somos los amos aquí! Si sabes lo que te conviene, ¡deja de actuar! ¡La que debería irse eres tú!