—No duele mucho... —murmuró Fu Jiuxiao.
—¿Crees que estoy ciego? —Su tono dejaba entrever su molestia.
Dolía tanto que el rostro de Fu Jiuxiao se había vuelto pálido, pero aún así decía que no le dolía. Aunque Jiang Li estaba enojada de que Fu Jiuxiao soportara el dolor en silencio, le dolía aún más el corazón.
Jiang Li se agachó para observar con cuidado la herida de Fu Jiuxiao y revisó la pierna de Fu Jiuxiao.
—¿Todavía te duele ahora? —preguntó con preocupación.
—Ya no me duele —mintió.
Aunque todavía le dolía un poco, estaba mucho mejor que antes. Jiang Li no sabía acerca de la lesión en la pierna de Fu Jiuxiao, por lo que no se atrevía a usar la acupuntura a la ligera.
—Cuando el dolor sea menor, podrás volver —dijo Jiang Li, mirándolo seriamente—. La salud es lo más importante, y más tarde ajustaré cuentas contigo por mentirme.
Fu Jiuxiao estaba un poco indeciso.
—¿No quieres sumergirte en el manantial de agua caliente? —inquirió suavemente.