—Está bien, vámonos. —Zhai Sheng se levantó, sus pantalones perfectamente lisos sin ninguna arruga como si acabaran de ser lavados y planchados.
Aunque Zhai Sheng lo dijo con tranquilidad, uno no podía evitar hacer lo que él decía.
Zhu Baoguo apretó los dientes. Wang Yang y Qiao Zijin habían arruinado su día y le habían tomado todo su tiempo. Tendría muchas oportunidades para lidiar con Wang Yang. ¡En cuanto a Qiao Nan, la haría sufrir en cuanto encontrara cualquier debilidad en su armadura!
—Xiao Qiao, entonces yo regresaré primero. Tío Qiao todavía no ha vuelto. ¿Estarás bien en casa solo?