—Viendo que la policía se ponía del lado de la escuela, Ding Jiayi no tuvo más remedio que gritar fuerte, esperando que Qiao Nan la escuchara.
—... —La expresión del guardia se volvió sombría. Tomó una toalla vieja y la amordazó con ella como si fuera una prisionera—. Oficiales de policía, lo siento mucho. Nuestra escuela le da gran importancia a la educación. Los estudiantes están en clases ahora. No tenemos otra opción más que hacer esto. Además, queremos protegerla, no sea que se quede ronca de tanto gritar. Otros podrían no entender la situación y malinterpretar que le estamos haciendo daño.
—Entendemos. Bien, la llevaremos al hospital —dijeron amablemente los oficiales de policía.
—¿Cómo pueden ser oficiales de policía? ¿No escucharon lo que dije hace un momento? Si mi hija no estudia en esta escuela, ¿cómo sabré su nombre? —Ding Jiayi escupió la toalla de su boca y soltó su furia.