Así era como todo terminaba.
Su pasado, presente y futuro se extinguieron como la vela de una llama.
Solo falto que el destino soplara sobre la vela, para terminar con su existencia efímera.
No fue una buena vida, pero no estuvo carente de momentos felices.
Pero eso era todo, no importaba si pensaba en lo que hizo, todo estaba hecho.
Mirando como su cuerpo se caía a pedazos, su lucha parecía inútil, pero incluso si era inútil, si dejaba de sostener sus convicciones ante la muerte, ya no podría volver a ser ella.
Y así es como su vida finalizó, entre las llamas de una criatura que destruyó su realidad.
Era un fin adecuado para un ser que vivió como si estuviera muerto.
Porque eso es lo que ella fue, lo que era y lo que sería, si no fuera porque la muerte la vino a buscar.
¿Valió la pena vivir así?
No, porque no pudo recuperar lo que se fue. Era imposible. Solo que así es como aprendió a vivir, en una eterna oscuridad que llenaba su corazón de odio.
Aún se pregunta por qué todo tenía que resultar de ese modo.
Pero era muy tarde para cuestionarse su pasado.
Empuño su espada con convicción, y se arrojó a las fauces de la bestia que le arrebato su presente, que destruyó su único propósito para seguir viviendo.
Y entre el dolor, la sangre y el odio, ella logró hacerle un golpe fatal que hizo a la bestia retroceder.
La bestia gruñó con dolor y miedo, abriendo una grieta dimensional donde se escapó.
El cielo estaba devastado, el reino de los dioses fue severamente dañado, incluso algunos volvieron al ciclo de la reencarnación.
Y otros, solo desaparecieron en la nada.
Ella parecía la única capaz de poder empuñar su espada, pero ese último golpe se llevó toda su energía.
Iba a morir, no, estaba muriendo.
Las voces en sus oídos se fueron alejando.
Le mintieron al decir que una muerte era pacifica, porque lo que sintió fue un dolor que estaba rompiendo su alma.
Su cuerpo comenzó a volverse polvo.
Era el final de su historia retorcida.
Pero de lo que más se arrepiente, es no haber cumplido correctamente con su deber.
En un campo lleno de cadáveres, sangre y muerte. Una mujer con un hanfu negro cargaba con una espada cubierta de sangre.
Le faltaba un brazo y en su pecho había un enorme agujero. Fue un milagro que siguiera de pie.
Su vista estaba perdida y su cuerpo empezó a volverse polvo, los dioses que estaban a los alrededores intentaron llamarla.
Pero cuando se acercaron para rescatarla, fue demasiado tarde.
Ella se convirtió en polvo.
Y su alma, al igual que muchos otros, desapareció en la nada.
Dejando atrás un pasado lleno de rencor, odio y desolación.
Los dioses de los alrededores solo pudieron ser espectadores, pero nadie lloró y nadie celebró.
Todo fue un silencio muerto.
Fue una forma de darle respeto a los fallecidos, solo que eso tampoco duró mucho, porque aunque la batalla terminó, la guerra seguía.
Y así es como el guardián del dios del bien murió.