Me había acostumbrado a ello...
La cara de Adam Jones se oscureció unos cuantos tonos más, y el impulso de destrozar a James Churchill galopaba salvajemente a través de su corazón como un caballo desbocado.
Con sus delgados labios ligeramente fruncidos, habló con voz apagada —Nunca me llamas tan cariñosamente como a él.
En su voz baja, había un ligero lamento como el de una esposa joven y resentida.
Elly Campbell se sorprendió y respondió sin pensar —¿Puedes compararte con él?
Ella no quería decir nada por eso; simplemente quiso decir que ella era buena amiga de James Churchill, mientras que su relación con Adam Jones era algo indefinible y compleja.
Pero para Adam Jones, sus palabras tomaron otro significado completamente distinto.
En su corazón, él no estaba cerca de ella, él era incluso... menos que un extraño.
Pensando esto, Adam Jones sintió un dolor vago en su corazón, y sus ojos se oscurecieron mientras fruncía los labios en silencio.