—Sí, una vez que esté lista, puede recibir el alta —Adam Jones respondió indiferentemente y se dirigió hacia arriba. Por alguna razón, la anciana sentía urgencia en la silueta que se alejaba de su nieto.
En la habitación, Adam se paró frente al armario, mirando la colección monocromática de ropa negra, blanca y gris, frunciendo levemente el ceño.
Si esto hubiera sido antes, nunca habría imaginado que un día estaría preocupándose como una mujer frente a su armario, la mente llena de pensamientos sobre cómo vestirse más atractivamente para captar la atención de su indiferente esposa.
Después de un rato, miró su reloj y, viendo que ya casi era hora, de mala gana eligió un traje que le parecía algo aceptable y se lo puso antes de bajar las escaleras.
—¿A dónde vas? —La vieja dama, que hojeaba un periódico en la sala, preguntó con curiosidad al ver a su nieto bajar.