Después de sorber la sopa, un joven paciente se acercó a Bai Zhi con un tazón, expresando su gratitud por su cuidado.
—¿Tu herida todavía te molesta? —preguntó Bai Zhi. Se dio cuenta de que había suturado su herida hace apenas dos días, en medio de su apretada agenda. El joven paciente sacudió la cabeza con una sonrisa agradecida—. Ya no duele; me siento mucho mejor.
Bai Zhi le hizo un gesto para que tomara asiento y procedió a inspeccionar la herida suturada, que parecía estar sanando bien. No pudo evitar sentirse aliviada de que los dos soldados que había tratado se hubieran quedado en el mismo lugar. De lo contrario, sus heridas podrían haberse infectado fácilmente si estuviesen expuestas a los elementos.
—Quédate aquí; iré a buscar algo de alcohol para limpiártela —ofreció, dejando de lado la sopa de serpiente que acababa de servirse.
El joven paciente declinó rápidamente:
— Estoy bien, Bai Dafu. Puede comer primero.
Bai Zhi desestimó su preocupación: