Entre un mar de cuerpos sin vida, tropezó con Zhou Gang y Fu Zheng, ambos aún inconscientes. Con cuidado, los levantó del horrible foso y los llevó a una cueva cercana que había descubierto antes. Allí, se aseguró de que estuvieran cómodos y los ocultó debajo de una capa de ramas. Solo entonces partió, su partida pasó desapercibida.
Regresando furtivamente al campamento militar, se deshizo de la ropa manchada de sangre, remanente del hedor espantoso del foso, y procedió a lavarse hasta quedar limpio. Echando un vistazo a las horas restantes hasta el amanecer, se aventuró una vez más, dirigiéndose hacia la pequeña tienda donde se encontraban Bai Zhi y el Doctor Shen.
No había señales secretas para identificarse ante Bai Zhi, y no podía simplemente irrumpir sin cautela. Pero la inquietud de no verla le obligaba a actuar.