Bai Erzhu se quedó desconcertado. No podía creer que su hermano mayor y su cuñada fueran capaces de tanta desfachatez, robando la única ración restante de su familia.
La señora Zhang apretó los puños, contemplando la idea de regresar a casa para enfrentarse a la señora Liu. Aquella mujer era la persona más incontrolable que jamás había encontrado.
Bai Erzhu se encontraba desorientado, cruzó la mirada con la señora Zhang y preguntó:
—¿Qué hacemos ahora? Si seguimos pasando hambre, no estaremos en condiciones de trabajar mañana.
La señora Zhang reflexionó un momento antes de responder:
—Terminemos nuestro trabajo de hoy. Esta noche, hablaré con Bai Zhi y preguntaré si podemos tomar prestado algo de arroz, que se descontará de nuestro salario.
Cuando Bai Zhenzhu escuchó esto, una sensación de inquietud se instaló en su corazón. Estaba furiosa. Bai Zhi solía parecer como cualquier otra chica del pueblo, pero en cuestión de meses, había abandonado por completo esa identidad.