La Anciana Bai no podía creer lo que veían sus ojos al ver a Bai Dazhu, su propio hijo, gruñendo con tal ferocidad que parecía que quería devorarla. El impacto que sintió en ese momento fue inmenso. ¿Cómo habían llegado a esto? Su una vez gentil segundo hijo se había transformado en una persona completamente diferente, y ahora su querido hijo mayor también había cambiado. Él era su favorito, siempre respetuoso y considerado.
Al presenciar la angustia de la anciana, la Sra. Liu intervino rápidamente, tratando de calmarla:
—Niang, no quería gritarte. Él está sufriendo y se siente miserable. Está frustrado porque no puede hacer nada. Por favor, no te tomes sus palabras demasiado en serio.