Nicolás sabía que lograr esa paz requería mucho esfuerzo y que el camino para alcanzarla también era muy difícil porque la enemistad entre el reino y los licántropos había durado más de veinte años.
En ese periodo de tiempo, había habido muchas batallas que se habían librado y habían tomado tantas vidas que el fuego del odio en los corazones de ambos bandos continuaba ardiendo.
Aun así, Nicolás no quería rendirse y seguiría intentándolo. El plan de lograr la paz no era solo porque quería preparar el camino para sus hijos al trono de Riga, sino porque realmente quería abrazar a los licántropos.
Ahora él era parte de ellos y se dio cuenta de que ser un licántropo o un humano no determinaba el carácter de alguien. Podían ser buenos o malos.