Nicolás estaba muy contento con la visita. Deseaba poder quedarse más tiempo pero entendía que ese no era su lugar. Tener la oportunidad de conocer a Luciel y Jan hoy ya era algo bueno. Por lo tanto, no debería tentar a la suerte.
Quizás, si podían mantener esta interacción civil, y Leland ya no se sentía amenazado por su presencia, podría hablar de llevar a los niños al palacio y presentarlos a su lado de la familia. Ya podía imaginarse la felicidad y emoción de su madre al ver a los niños nuevamente.
Este pensamiento le hizo sonreír.
—Deberían escuchar a su madre —le dijo a Luciel y Jan antes de tener que dejar el castillo de mala gana. El sol casi había desaparecido del cielo. Sería grosero pretender que no se daba cuenta de que ya casi era de noche. —Espero que podamos vernos muy pronto de nuevo.
—Oh, ¿por qué no puedes quedarte aquí? —preguntó Luciel inocentemente. —Tenemos muchas habitaciones en este castillo.