Savannah se veía mucho mejor, aunque algo desconcertada, frustrada e incierta.
—Savannah —le dio una sonrisa cálida.
—Buenos días, Kevin —una media sonrisa apareció en el pálido rostro de Savannah.
—¿Cómo te sientes? —Kevin se sentó y preguntó.
En su palidez, Savannah agarró la manga de Kevin. —Kevin, el doctor dijo que estoy en el hospital para una operación de apendicitis supurativa aguda severa. ¿Cómo contraje esta enfermedad? ¿Por qué estoy aquí contigo? ¿Por qué no recuerdo muchas cosas? ¿Qué demonios me pasó...?
Su voz tembló ligeramente ante la confusión de lo desconocido.
—No te preocupes, Savannah. Te lo contaré —Kevin la miró y le contó despacio lo que había inventado anoche.
Savannah escuchaba en silencio, temerosa de cometer un error.
Kevin dijo que ella huyó de la casa de su tío cuando supo que Devin y Valerie tenían un affaire. Nadie sabía dónde fue, y su tío y su tía no hicieron lo suficiente para buscarla.