Su dulzura, acompañada por su voz atractiva, sin embargo, avivaba el deseo de Dylan.
Santo cielo.
Cuando la pequeña mujer rogaba por misericordia, él se sentía más excitado e incapaz de contenerse. Sentía que había sido envenenado por ella, con un veneno mortal.
Quería follársela, ahora. Sin dudarlo, levantó sus piernas para rodear su cintura, listo para quitarle los pantalones. Savannah intuyó el peligro que se avecinaba; apretó los dientes, torciendo la nariz.
—Dylan, no hagas que te odie.
Sí, era el acuerdo que la unía a él, y ella debía satisfacer todas sus necesidades; incluso tenía que dar a luz a su hijo...
Pero no quería ser obligada a tener sexo con él! Estaba mortificada porque su cuerpo respondía a sus caricias, y se sentía tan incómoda debido a la vergüenza que prefería morir a ser follada por él de esta manera.
Savannah temblaba con su depresión mental y física, sus ojos rojos llenos de lágrimas. Parecía el pobre ciervo a merced del cazador cruel.