Sólo pronunció dos palabras, pero eran muy poderosas.
—¿Realmente crees que no lo hice? —su corazón latía fuertemente.
Dylan levantó la mano y alisó su cabello, que había sido arruinado por el viento nocturno, y luego colocó la mano de ella sobre su pecho para que sintiera su latido.
Ella era su mujer, y él debía creerle.
Era un golpe en la cara si él la dudaba.
Ese movimiento silencioso calmó a Savannah.
—Quédate aquí hasta que vuelva. No vayas a la empresa estos días, y no aceptes trabajos de modelaje —susurró mientras la abrazaba, empujando algunos mechones de cabello sueltos de su cara.
Temía que Susan y Devin la buscaran si salía y causaran problemas.
Mejor que se quedara en casa hasta que él resolviera el problema y probara su inocencia.
—Hmm —asintió Savannah obediente.
Dylan se volvió hacia Judy, —Cuida de la señorita Shultz.
—Sí, señor —respondió Judy mientras tomaba a Savannah del brazo.