La mañana siguiente, Liam notó lo distraída que estaba Lana durante el desayuno. También estaba demasiado callada dentro del coche. Ambos iban sentados en el asiento trasero, camino a la oficina de Lana para dejarla primero.
Justo cuando Lana estaba a punto de abrir la puerta del coche para bajar, Liam sostuvo su mano y la atrajo hacia su abrazo.
—Por favor no te preocupes tanto, amor. Me prometiste que te mantendrías tranquila y no pensarías demasiado. No puedo verte sufrir así de nuevo —susurró él en sus oídos.
Lana le sonrió porque el calor que sintió cuando él dijo esas palabras fue suficiente para evitar que se desmoronara de nuevo.
Luego asintió y aseguró a Liam que estaba bien y le dio una leve sonrisa. Con el apoyo de Liam, sabía que podía superar cualquier situación.