Un suspiro se escapó de Nix.
—¿En qué piensas tanto, otra vez? —se puso la bufanda alrededor del cuello—. Hace frío afuera, mantén esto puesto.
—¿Ha comenzado a nevar? —preguntó Vicente.
—Aún no —sacudió la cabeza y le puso sus propios guantes, dejando sus propias manos desnudas—. Vamos —tomó su mano y lo sacó del ala y del hospital para sentarse en el banco alrededor de la zona de visitas del hospital.
Vicente se sentó a su lado y tomó una suave respiración. —Ya no puedo ver las estrellas. Eso apesta.
—Puedes recordarlo, ¿verdad? —preguntó Nix.
—Supongo —respondió, encogiéndose de hombros—. Nunca dije esto, pero mi visión estaba muy mejorada debido a mi habilidad, así que a veces sentía que podía ver las estrellas muy de cerca. No sé si tiene sentido, pero todas eran tan bonitas.
—¿Es por eso que te gusta mirar el cielo por la noche?
—Supongo —una risita suave retumbó en su garganta.