—El señor Lefron la miró y soltó una burla —¿Qué te obligué a hacer? —preguntó.
—Sarah dejó de reír y lo miró con revulsión evidente en sus ojos —¿Por dónde empiezo, padre? Dices que me habrías echado de no ser por mi difunta madre, pero seamos realistas. ¿Realmente crees que me gusta estar aquí, viviendo en esta misma casa contigo?
—¡Pfft! Literalmente haces de mi vida un infierno viviente, y convivir contigo es bastante traumático y terrible. Estoy muy segura de que mi madre se revuelca en su tumba al ver todo lo que estás haciendo. ¿Crees que estaría agradecida? ¡No! Estoy muy segura de que te encuentra repugnante y te odia. ¡También fue culpa tuya que ella muriera!
—Pensaste que me estabas haciendo un favor, pero no fue así. Toda mi vida, todo lo que has hecho es usarme y aun así me llamas inútil. Me haces irme con hombres para tu propio beneficio. ¿Sabes qué me dicen cada vez? —preguntó.
—El señor Lefron se quedó mirándola, con el ceño arqueado —¿Qué quieres decir?