Un suspiro profundo escapó de su nariz, y se dejó caer en la silla cerca de la ventana.
Enterró su cara en las palmas de sus manos y de repente, comenzó a sollozar claramente adolorido.
—¿Por qué me siento tan herido? ¿No era esto lo que quería? —se preguntó a sí mismo, incapaz de deshacerse del dolor que sentía en su corazón.
Él veía venir este día y quería detenerlo.
Podía sentir que Valerio se estaba ablandando un poco hacia él, y quería detenerlo, pero al encontrarse disfrutando y sonriendo por ello, no pudo llevarse a arruinarlo.
Se sentía un poco feliz de poder hablar con él de nuevo y tener conversaciones adecuadas que no involucraran pequeñas peleas con resentimiento.
Nunca podría olvidar el momento en que lo abrazó. Le recordó a cuando Valerio todavía era sólo un niño pequeño.
Cuando eran un gran padre e hijo... Pero ahora, todo eso se ha ido.
Lo repudió, y el ardiente odio que vio en sus ojos fue como nunca antes.