Vicente condujo a casa en su villa ya que quería unos días solo, y con un rostro lleno de molestia, entró en la casa y caminó hacia la sala de estar.
Se dejó caer en el sofá y se acostó en él, mirando al techo.
—Significa que lo he desheredado, y a partir de hoy, ¡ya no soy su padre! ¡Nunca más pronuncies la palabra "padre" delante de mí! Esa declaración resonaba en su mente y una mirada agravada aparecía en su rostro.
¡Mierda! Bufó con frustración y se giró para acostarse de lado en el sofá.
Aprieto sus manos en puños cerrados y cerró fuertemente los ojos.
—¿Por qué sentía dolor? No es como si alguna vez lo hubiera amado como a su padre, así que... ¿por qué? Se preguntaba y enterró su rostro bajo su cabello.
Él seguía siendo su padre, independientemente del hecho de que se odiaran mutuamente, pero lo que pasó hoy era algo que nunca esperó en su vida.
Estaba bien que simplemente se odiaran y despreciaran la existencia del otro, pero desheredarlo... eso era simplemente…