Valerio, que estuvo inconsciente hasta la mañana siguiente, despertó y se frotó la cabeza.
—¡Qué dolor de cabeza tan mortal! —se quejó y se pellizcó entre las cejas.
Oyendo sus murmullos, Vicente, que estaba tumbado en el sofá profundamente dormido, abrió los ojos parpadeando.
Bostezó mientras se levantaba del sofá y echó un vistazo a la cama para ver a Valerio, que estaba sentado en la cama con la cabeza agachada.
—Valerio —lo llamó mientras se levantaba del diván.
Valerio levantó la cabeza, y en el momento en que vislumbró a Vicente, abrió sus ojos de par en par y dio un respingo en la cama.
—¿V-Vicente? —llamó para asegurarse de que sus ojos no le estaban jugando una mala pasada, y Vicente le sonrió ampliamente.
—Felicidades Valerio. Finalmente has recuperado la vista —como dijo Vicente, sus ojos dorados brillaban de felicidad sincera por él.
Valerio seguía mirándolo, sintiendo que todo era un sueño.
Después de todo un año de ceguera, él, Valerio, finalmente puede ver.