Everly estaba sentada en la habitación, sus ojos buscando alrededor alguna forma posible en la que pudiera huir.
Un profundo suspiro escapó de su nariz y enterró su rostro en sus palmas.
¿No habría sido mejor si hubiera muerto a estar en este tipo de situación?
Se preguntó para sí misma y levantó la cabeza.
Caminó hacia la ventana, que había sido arreglada, y contempló el cielo azul.
—¿Qué hago ahora? —se contempló y se volvió para regresar a la cama. Pero su atención fue repentinamente capturada por algo, y miró detrás del escritorio en la habitación para ver su teléfono perdido tirado allí.
—¡Mi teléfono! —exclamó incrédula y corrió hacia la mesa.
Corrió el mueble a un lado para que su mano pudiera caber y agarró el teléfono.
Lo examinó y soltó un profundo soplo de alivio.
—Todavía está bien —sonrió con esperanza brillando en sus ojos y encendió el teléfono.
Lo deslizó para abrirlo, y el primer pensamiento que le vino a la mente fue llamar a Valerio.