Sus piernas temblaban, y comenzó a dar un paso atrás, provocando que Valerio, quien estaba a su lado, frunciera el ceño en perplejidad.
—Everly, ¿estás… bien? —preguntó, pero al sentir que la mano de ella temblaba, una profunda preocupación se encendió en sus ojos—. Everly
—Señor Avalanzo, ¿podemos irnos a casa ahora? No quiero estar más aquí —suplicó con un tono que sonaba casi como si estuviera a punto de llorar.
—¿Eh? No... no entiendo. ¿Qué está pasando, Everly? ¿Por qué de repente quieres...?
—Hola, Valerio —la voz de un hombre llamó desde lejos, y Everly se sobresaltó instantáneamente.
Sus ojos brillaron con un profundo miedo, y rápidamente se giró para correr hacia el baño, pero Valerio sostuvo su mano, sin soltarla.
—¿Qué te pasa, Everly? —él preguntó, muy confuso.
—Por favor, suéltame. Te lo suplico. T-tengo que ir, realmente necesito ir —imploró, pero Valerio negó con la cabeza.