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—Sabes que estos son los vestuarios de las chicas —dijo Keira.
Kodi no respondió. El silencio se espesó con la tensión, y finalmente ella se recostó contra el casillero y lo miró fijamente.
—¿Qué quieres? —preguntó Keira con severidad—, esperando que su voz lo sacara de la furia en la que parecía estar.
Cuando él no respondió, Keira soltó una burla.
—A diferencia de algunos, no tengo tiempo para juegos —agarró su bolsa y empezó a pasar por el lado del hombro de Kodi.
—No he terminado —gruñó Kodi, jalando la correa de su hombro hacia atrás.
Keira cayó de nuevo contra los casilleros, su bolsa cayó al suelo y lo miró fijamente.
¿Quién demonios se cree que es?
—LO ESTOY.
Kodi golpeó su puño contra los casilleros al lado de su cabeza.
—No, no lo estás —sus ojos bajaron a sus labios y por un momento Keira pensó con incredulidad que él podría intentar besarla.
Ya fuera eso o no, ella no iba a tolerar su mal genio.