—¡Anunciamos la entrada de la Cuarta Princesa de Terán, prometida de nuestro Príncipe Séptimo Comandante!
Lina se sobresaltó con el fuerte anuncio, seguido de vítores y gritos ensordecedores. Se volteó hacia la ventana del carruaje, apartó su velo y corrió las cortinas, con los ojos abiertos de sorpresa.
Banderas coloridas colgaban de edificios tan altos como de tres o cuatro pisos. Risas y charlas zumbaban entre la multitud, emocionada por este evento. Las calles estaban inundadas de rojo por la gente que agitaba sus pañuelos. Todos llenaban la carretera hacia el palacio, pero eran retenidos por soldados de Ritan.
—¡Mira, Mamá, ahí está el carruaje!
—¡Gracias a dios que la guerra ha terminado!
—¿Oíste? ¡Fue el Príncipe quien propuso esto!
Lina quería asomarse por la ventana, pero no pudo. Había soldados custodiando de cerca la ventana del carruaje. Sabía que sería de mal augurio si alguien viera su rostro. Con gran reluctancia, dejó que las cortinas volvieran a su lugar.