—¿Qué? —respondió bruscamente Kaden al teléfono, apoyándose contra la pared con un ceño fruncido.
—Siempre con un saludo tan amable, Joven Maestro —comentó secamente Priscilla, su mirada vigilando el envío de flores frente a ella. Frunció el ceño al verlo.
—Hay algo mal con las flores de seda que pedimos. Necesitas venir al centro comercial ahora mismo —declaró Priscilla, levantando uno de los pétalos patéticos y dejándolo caer.
Priscilla frunció el ceño por el olor nauseabundo en la habitación. Esto no era el producto de alta calidad que esperaba y el festival de flores de seda era en solo una semana.
—No podemos manejarlo por nuestra cuenta. De lo contrario, lo habría hecho yo misma, Joven Maestro —agregó Priscilla antes de que él le diera una excusa de que estaba ocupado.