—Eres demasiado hipnotizante, paloma mía —murmuró Kaden, su erección rozándola peligrosamente. Tenía cuidado de no asustarla, mientras era lo suficientemente astuto como para saber qué más hacerle.
—Ah, no, espera, eres demasiado dulce... ¡Kaden! —Lina casi cae nuevamente en sus encantos. Su boca se movía por su rostro, cubriéndola de adoración. Mientras tanto, deslizaba sus manos desde su pecho hasta su estómago. Si no lo hubiera detenido de nuevo, sabía que él iba a meter sus dedos dentro.
—Hemos probado casi todas las posiciones posibles en la cama, hagámoslo en el suelo y en las paredes ahora —susurró Kaden.
Lina lo miró incrédula.
—Eres exquisita, mi paloma. Ven, muéstrate más a mí —Kaden la persuadió, separando sus piernas cuando se dio cuenta de que ella estaba demasiado cansada para hacerlo en las paredes. ¿Quizás en el suelo? ¿O en la bañera?