—Kaden —suplicó Mia, arrodillada a su lado—. Agarró su mano con fuerza, sus ojos llenos de lágrimas. Sus labios temblaron cuando lo llamó, porque él siempre era el mismo.
—Kaden, por favor —Mia sollozó suavemente, inclinando su cabeza en señal de derrota. Apoyó su frente en las frías puntas de sus dedos. Su piel estaba cuarteada por estar en la misma posición durante tanto tiempo. Para este momento, bien podrían haberse convertido en mármol.
—Kaden, por favor tienes que seguir adelante.
Seguir adelante.
Kaden no creía que pudiera hacerlo. En lugar de responder, se quedó mirando su cuerpo inconsciente. Muchas personas habían intentado visitarla. Una secretaria, un dúo de amigos, su familia y artistas aclamados al azar que habían contribuido al beneficio financiero de su galería y le habían hecho ganar mucho dinero. Personas que decían ser sus clientes esperaban junto a su puerta.
Kaden nunca los dejó entrar.