Los oídos de Lina comenzaron a zumbar. Sus ojos se llenaron de lágrimas de traición, su corazón latía rápido como tambores en su pecho, y la alfombra le fue arrancada de debajo de los pies. Miró a su abuelo directamente en los ojos y vio el fantasma del hombre que conocía.
—Abuelo —una pequeña Lina preguntó en su regazo, tan joven como podía ser—, ¿por qué no puedo aprender las mismas cosas que Mila?
—Mi querida charlatana, estás destinada para cosas mucho más grandes que Mila. Tu destino no será el de una ama de casa, serás tan libre como el viento.
¿Encadenada con cadenas de matrimonio, era eso a lo que se refería? Tenía visiones de su caricia tierna en su cabello, sus dedos envejecidos atando desaliñadamente cintas en sus coletas, y su risa suave cuando ella tiraba curiosamente de su barba blanca. Ahora, miraba al hombre que había decidido su destino directamente en el ojo y no podía hacer nada, solo ahogarse.
—Lina…