Para el diseño de su vestido de novia, Lina buscó a Teodoro. Preguntó por sus materiales de arte y él le informó calurosamente que estaban guardados en un almacén para su protección. A petición de ella, Teodoro movió las cajas a una habitación vacía y libre cerca de su oficina privada. Allí, comenzó a desempacar todo.
Lina, sin querer, hizo de la habitación su estudio de arte. Instaló el caballete de madera y los lienzos, luego sacó las pinturas cuidadosamente envueltas, pinceles, equipos metálicos y otros materiales.
Lina dispuso un taburete alto, uno cómodo para relajarse, y otro para mirar por la ventana. La habitación daba al sur, así que recibía la mayor cantidad de luz solar. Mientras desempacaba todo, Lina se maravillaba con el hermoso atardecer que inundaba los suelos de madera.