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Lina arrugó la carta en su mano. Apretó los dientes, bajó las escaleras hacia la estufa y encendió las llamas. Pero entonces, se detuvo. En su momento de ira, casi quemó evidencia de acoso. Sin decir palabra, desdobló la carta, subió a su habitación y la colocó debajo de su caja de joyas. Quizás, algún día, la usaría.
Cuidado con aquellos que te aman.
Seis palabras. Seis malditas palabras y le calaron tan hondo.
Lina ya lo sabía. Ella ya sabía que tenía que ser sabia al confiar en aquellos que afirmaban adorarla, porque solo querían explotarla. Sabía que esto se aplicaba a Lawrence y Rina. Todo el tiempo, pensó que les complacía comportándose como su títere perfecto. Pero eso no era suficiente. Nunca sería suficiente. Querían vivir su juventud a través de ella. Querían que permaneciera obediente. Una paloma bonita en su jaula de porcelana.
—¿Odias tanto tus joyas? —Una voz baja la incitó.