—Esa debe ser la primera vez que te reconoces como una Yang —comentó Cedrick.
Lina no dijo nada. Como era de esperar, el viento era mucho más frío ochenta y seis pisos en el aire. Le sorprendió que nadie intentara saltar del observatorio de vidrio que miraba a toda la ciudad de Ritan. Todo, menos un solo rascacielos en el corazón de la ciudad. Se elevaba alto en el cielo, pero no podía tocar el cielo, porque estaba hecho de pecado.
Conglomerado DeHaven.
—Sé que desprecias el nombre de nuestro clan —dijo Cedrick con voz baja y comprensiva.
Lina casi pensó que él era un terapeuta. Este hombre tenía facilidad con las palabras. Un narcisista manipulador, si quieres. Ella continuó mirando la vista, dándose cuenta de por qué nadie había intentado escalar el observatorio. La pared de cristal era más alta de lo que cualquiera podría escalar. Pero no había azotea. Solo una valla cristalina que parecía una jaula.