—Así que esto es lo que será —dijo Lina para sí misma. Observaba como si todo se desarrollara como en una película escénica.
Una poderosa ráfaga de viento sopló junto a Lina.
Muchas personas se acercaban a Kaden y la Princesa. Sus ojos simplemente se posaron en el hilo rojo que no lo conducía a él. Kaden soltó una risa más fría que la muerte y más oscura que los pecados.
—Así que esto es lo que será —murmuró Kaden.
—¡Por favor espera! —sollozó la Princesa, corriendo tan rápido como podía—. Te lo suplico, Kaden, por favor
—Adiós, mi encantadora paloma —susurró Kaden. Le presentó una suave sonrisa y se lanzó.
Instantáneamente, el misterioso remolino cambió de color. Una luz brillante salió del vórtice, que era un pozo de mármol cubierto con piedra caliza blanca. Ramas muertas colgaban sobre él, recordándole a Lina que este no era un lugar en el que se debía caminar sin cuidado. Especialmente cuando el resto del entorno estaba lleno de árboles vibrantes.