Priscilla estaba exhausta. Ella acarreó muchos cestos de ropa desde la finca del Séptimo Príncipe hasta la ala de lavandería del palacio. Había muchas doncellas trabajando aquí, lavando a fondo ropas, sábanas y cualquier cosa que requiriera de sus ásperas manos.
Su cuerpo entero estaba pegajoso y sucio por el calor. Se sentía incómoda en sus ásperas ropas de doncella. Su piel no estaba acostumbrada a esta calidad. Estaba acostumbrada a llevar las piezas de material más caras, pero solo una vez. Luego, las descartaría.
Después de que Priscilla finalmente terminó la tarea, volvió a la pequeña habitación que compartía con los otros sirvientes. No pudo cambiarse de uniforme, ya que solo tenía dos. En lugar de eso, refrescó su apariencia. Se dio toques en los labios con el papel rojo manchado.
—Queda tan poco... —murmuró Priscilla.