Lina no estaba segura de si Kade alguna vez volvería atrás en su palabra. La única seguridad que tenía era su honor de mantener sus promesas. Aun así, ¿cómo podría él estar seguro de que ella mantendría su amor por él? Todo quedaba en el aire.
A pesar de eso, su corazón estaba lleno.
Así, Lina sonrió como una tonta ingenua. Ninguno de los dos podía estar seguro de quién cambiaría de opinión primero.
—¿De qué te ríes? —musitó Kade.
Kade sintió un cosquilleo en el pecho. Siempre que ella estaba feliz, él se sentía inclinado a hacerla aún más feliz. Sus sonrisas no eran raras, pero todavía las atesoraba cada una de ellas. Le preocupaba que llegaría un día en que nunca volvería a ver su sonrisa. El pensamiento lo aterraba, tanto como el destino que acechaba en su estómago.
—No lo sé —dijo Lina.
Kade soltó una burla.
—Como si alguien fuera a creer eso —respondió Kade.
—Bueno, es la verdad y