Abel estaba sentado en un cajón en el oscuro rincón de la fortaleza de la capital. Vistiendo una capa con la capucha cubriendo casi la parte superior de su cara, mantenía un puro sin encender entre sus dientes. Estiraba sus piernas hacia adelante, su espalda apoyada contra los cajones apilados detrás de él.
—Me siento honrado de ser recibido por usted —la voz de un hombre acarició su oído, haciendo que Abel abriera los ojos muy lentamente.
Abel apartó lentamente su mirada del cielo nocturno, posándola en la persona que estaba a varios pies de distancia de él. A diferencia del tranquilo cielo nocturno, que permitía que las nubes espesas lo dominaran, la fortaleza estaba llena de actividad. La gente estaba descargando un montón de cajones. Algunos eran consumidores esperando conseguir un mejor trato para vender en el mercado y ese tipo de cosas.