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—¿El padre de Sir Conan...? —repitió Aries en voz baja. Nadie había mencionado a la familia de Conan, ni siquiera lo había preguntado, ya que el hombre siempre estaba ocupado regañándola. Pero ahora que Abel lo mencionaba, un sinfín de preguntas se cernían sobre su cabeza. Aun así, más que las preguntas, Aries se dio cuenta de una cosa; lo único que sabía era solo una fracción sobre este imperio y las personas a las que consideraba su nueva familia.
—Mhm —asintió Abel—. Su padre.
—Aries parpadeó incontables veces antes de que el lado de sus labios se curvara hacia arriba —¿Entonces eso no es una buena noticia?
—Hmm... no —dijo Abel—. —respondió él.
—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó ella, incrédula.
—Porque primero, ese amigo mío está en un profundo sueño. Y segundo, Conan no quiere tener nada que ver con su familia —explicó Abel.
—¿Qué? —exclamó con incredulidad, mirando de vuelta a Abel con ojos temblorosos—. Pero... ¿por qué? No entiendo —¿por qué?