De vuelta en la Residencia Vandran...
Aries deslizó sus dedos entre los finos dedos de Abel y los descansó sobre su firme abdomen. Habían tenido una apasionada mañana y ahora estaban descansando en la cama con la mitad de su cuerpo sobre el suyo. Su cabeza estaba sobre su pecho desnudo, escuchando los débiles latidos de su corazón antinatural.
—¿En qué estás pensando? —rompió el silencio y lo miró hacia arriba. La parte trasera de su cabeza estaba en el cabecero, pero su cuerpo seguía acostado plano en el colchón con ella—. De repente te quedaste callado.
—Ese niño... —sus cejas se alzaron ante su respuesta pronunciada con una voz ronca.
—¿Sunny? —murmuró y sonrió al pensar en esa adorable niña—. Cierto... ¿dónde la dejaste? Parece que le gustas ya que sigue sujetándote.
Abel parpadeó sus pestañas con suma ternura. —La dejé al cuidado de Conan.
—Ohh... —Sus labios formaron una "o" mientras mecia su cabeza—. Se llevarán bien.