La presencia de los monstruosos caballeros reales cambió las tornas, poniendo a los rebeldes en desventaja. Pero cuando se retiraron sin una palabra, los rebeldes aprovecharon esta confusión para nivelar la situación contra sus enemigos. No tardó mucho antes de que los rebeldes se hicieran con la ventaja.
Con el cuarto príncipe, Enrique, y los miembros clave del Grupo Valiente tomando la delantera en lugar de Ismael y Román, la bandera de la familia real ondeando en lo alto de la torre más alta en los terrenos imperiales fue quemada en medio de la noche para que todos la vieran.
Esa misma noche, el grito de batalla de los rebeldes resonó a lo largo del país, proclamando su victoria y libertad.