Climaco permaneció inmóvil en la entrada de la capilla, observando a un hombre golpear repetidamente la cabeza de una persona contra una caja. Cada uno de los monstruosos caballeros bajo el mando del príncipe heredero, ahora Emperador, se encontraba al margen sin hacer nada más que mirar.
—¿Qué...? —exhalaría, con la confusión aparente en sus ojos. Cuando captó una figura familiar por el rabillo del ojo, Climaco se giró, atrapando a Ismael dando muecas por sus heridas.
—¡Su Alteza! —se precipitó hacia el banco donde se sentaba Ismael, de pie al final de él. Su corazón latía fuertemente al ver las heridas que el tercer príncipe había infligido. Ismael era apenas reconocible— Climaco no lo habría reconocido si no fuera por su voz.
—Ah, estás vivo —maldita sea, esto duele! —Ismael gimoteaba, presionando su costado. A estas alturas, Ismael apenas podía sostenerse sentado apoyándose en el reposabrazos del banco.