Modesto sonrió. Aunque no tenía pensamientos ilusos de que podrían salvarlo, la acción del príncipe le conmovió.
—Gracias por venir a rescatarme —susurró—. Pero... el tercer príncipe necesita más refuerzo...
No pudo terminar su frase ya que la fuerza restante que aún lo mantenía de pie se le escapó de las manos. Su cuerpo aterrizó en el suelo con un golpe seco, dejando que el polvo ascendiera a su alrededor.
Enrique resopló, manteniendo su mirada sobre el anciano tendido en el suelo. Además de las visibles heridas y contusiones en Modesto, su sangre y la de otros manchaban su armadura. Sin embargo, no se apresuró a socorrer a Modesto sino que evaluó a los caballeros reales que enfrentaban a su comitiva.
—Tú... —salió una voz temblorosa, agarrando su espada hasta que su mano se puso blanca—. ...han traicionado la tierra y las personas que prometieron proteger. No tengo simpatía por gente como ustedes, sin importar qué razón tengan.